Javier Figueredo
29/6/09
28/6/09
15/6/09
La Duda
Texto: misterpersona
Ilustración: Cristina Samitier
Realmente no sabía si lo que iba a decir me iba a traer un beneficio o un perjuicio. Llevaba un buen rato dudando si hablar o no, pero al final iba a hacerlo. No era fácil decidirse a los nueve años, pero la charla moral de Don Constancio, había conseguido inclinarme a delatar a uno de mis compañeros. La verdad es que el crimen del que hablaba mi maestro no era tan terrible como él lo describía. Yo no tenía conocimiento de que escribir en la pizarra era un pecado, aunque la verdad es que el comentario que rezaba a golpe de tiza sobre el encerado acerca de la Santísima Trinidad, no debía estar bien visto ante los ojos de Dios.
Cuando estaba a punto de cantar quien había hecho la trastada, una voz ronca, aclarada tras un ligero carraspeo, acusó: “Ha sido Carlos Ladilla”. El profesor se acercó a Juanito y le regaló un afectuoso apretón en su hombro derecho. “Muy bien López”, y seguidamente se dirigió a la clase: “No crean que Juan López es un mal compañero por haber confesado el delito de Ladilla. Todo lo contrario, con actitudes como la suya es como la sociedad avanza hacia un bien común de solidaridad. Sé que con su crueldad característica algunos de ustedes le tacharán de chivato, pero de no haber sido por él, todos habrían sufrido el castigo. Juan es un ejemplo claro de futuro filántropo. Yo le felicito y le aplaudo López”. Tras aquel sinfín de elogios hacia mi compañero, me sentí muy mal, era un traidor, no había cabida para mí (un encubridor, un cómplice... un mentiroso) en el mundo de la moral cristiana. Había fallado a mi sociedad actual: mis compañeros de clase; a mi por aquel entonces dirigente: Don Constancio; y sobre todo a mí mismo. Me dieron ganas de gritar que yo también iba a confesar, pero que mi compañero se me había adelantado por un suspiro, y me había privado de la gloria y de los elogios. Un sentimiento de frustración se apoderó de mí, pero empezó a disiparse cuando Don Constancio se encaró a Carlos Ladilla y le abofeteó hasta que este cayó al suelo envuelto en lágrimas.
Me sentí un héroe en el anonimato, que digo uno, todos éramos héroes salvo López y el bruto de nuestro profesor. Esta vez, mi malestar (que había cambiado de rumbo) se prolongó tras aquella interminable clase de Ciencias sociales, pero casi desapareció completamente camino de casa, cuando vi en una callejuela como Ladilla propinaba una soberana paliza a Juan López.
¿Se haría justicia también con el educador? Siempre me quedó la duda.
Ilustración: Cristina Samitier
Realmente no sabía si lo que iba a decir me iba a traer un beneficio o un perjuicio. Llevaba un buen rato dudando si hablar o no, pero al final iba a hacerlo. No era fácil decidirse a los nueve años, pero la charla moral de Don Constancio, había conseguido inclinarme a delatar a uno de mis compañeros. La verdad es que el crimen del que hablaba mi maestro no era tan terrible como él lo describía. Yo no tenía conocimiento de que escribir en la pizarra era un pecado, aunque la verdad es que el comentario que rezaba a golpe de tiza sobre el encerado acerca de la Santísima Trinidad, no debía estar bien visto ante los ojos de Dios.
Cuando estaba a punto de cantar quien había hecho la trastada, una voz ronca, aclarada tras un ligero carraspeo, acusó: “Ha sido Carlos Ladilla”. El profesor se acercó a Juanito y le regaló un afectuoso apretón en su hombro derecho. “Muy bien López”, y seguidamente se dirigió a la clase: “No crean que Juan López es un mal compañero por haber confesado el delito de Ladilla. Todo lo contrario, con actitudes como la suya es como la sociedad avanza hacia un bien común de solidaridad. Sé que con su crueldad característica algunos de ustedes le tacharán de chivato, pero de no haber sido por él, todos habrían sufrido el castigo. Juan es un ejemplo claro de futuro filántropo. Yo le felicito y le aplaudo López”. Tras aquel sinfín de elogios hacia mi compañero, me sentí muy mal, era un traidor, no había cabida para mí (un encubridor, un cómplice... un mentiroso) en el mundo de la moral cristiana. Había fallado a mi sociedad actual: mis compañeros de clase; a mi por aquel entonces dirigente: Don Constancio; y sobre todo a mí mismo. Me dieron ganas de gritar que yo también iba a confesar, pero que mi compañero se me había adelantado por un suspiro, y me había privado de la gloria y de los elogios. Un sentimiento de frustración se apoderó de mí, pero empezó a disiparse cuando Don Constancio se encaró a Carlos Ladilla y le abofeteó hasta que este cayó al suelo envuelto en lágrimas.
Me sentí un héroe en el anonimato, que digo uno, todos éramos héroes salvo López y el bruto de nuestro profesor. Esta vez, mi malestar (que había cambiado de rumbo) se prolongó tras aquella interminable clase de Ciencias sociales, pero casi desapareció completamente camino de casa, cuando vi en una callejuela como Ladilla propinaba una soberana paliza a Juan López.
¿Se haría justicia también con el educador? Siempre me quedó la duda.
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NUM 3 (2009 estalla)
14/6/09
On The Train
Toshiko Takada
"On my way home extremely exhorted in the train.
Language sounds weird. 14th Jan 09"
"Annoying flatty collar"
"On my way home extremely exhorted in the train.
Language sounds weird. 14th Jan 09"
"Annoying flatty collar"
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NUM 3 (2009 estalla)
13/6/09
12/6/09
10/6/09
Les hommes s'affairent
Sabien Witteman
Les hommes d'affaires, éperdus dans leur recherche individuelle de pouvoir, d'argent. Impeccables, ils sauvent toujours les apparences avec leur costume-cravate.
L'œuvre de Sabien Witteman montre une classe sociale générique, tirée de sa scène habituelle des bureaux et des réunions. Personnages qui font preuve de leur force dans cette société au moyen de leur expression autoritaire.
Son challenge actuel dans ce projet est de représenter l'homme d'affaires asiatique, qui est fortifié par le développement politique et économique de ce continent. La Chine sera l'endroit qu'elle utilisera pour observer et augmenter la série "Hommes d'affaires", mais avant on espère trouver bientôt ses ouvres plus récentes à Madrid.
Les hommes d'affaires, éperdus dans leur recherche individuelle de pouvoir, d'argent. Impeccables, ils sauvent toujours les apparences avec leur costume-cravate.
L'œuvre de Sabien Witteman montre une classe sociale générique, tirée de sa scène habituelle des bureaux et des réunions. Personnages qui font preuve de leur force dans cette société au moyen de leur expression autoritaire.
Son challenge actuel dans ce projet est de représenter l'homme d'affaires asiatique, qui est fortifié par le développement politique et économique de ce continent. La Chine sera l'endroit qu'elle utilisera pour observer et augmenter la série "Hommes d'affaires", mais avant on espère trouver bientôt ses ouvres plus récentes à Madrid.
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NUM 3 (2009 estalla)
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