1/2/08

La Huída de la Luz

El amigo de Ted

A veces, y es extraño, sucede, como los fenómenos, que inmediatamente después de un día cargado de horas repletas de significado, usadas para este u otro fin, salta hasta nosotros un amorfo sentido del tiempo, parece tomar el sudor de nuestras palmas para resbalar como lágrimas de despedida, y anida hondo con él una vaga angustia, una tierna e inalcanzable tristeza. Ha bajado a la calle o está ya allí y no tiene lugar al que dirigirse, comenzará a caminar, observando distraídamente el volumen de los edificios, el parpadeo de los semáforos, el precipitado ir y venir de la gente, sus pies le arrastrarán independientemente acera tras acera, cabalgará entre sonidos de sirenas, el rumor de los autos, las voces pasajeras, todo lo que antes hubiera analizado y clasificado como parte de la rutina de una ciudad ha sufrido un cambio imprevisto, todo, absolutamente todo lo que va a ver y a hacer está ahí, en ese momento. Las voces en su cabeza poco a poco se desvanecen y con ellas las palabras, repitiéndose él como un eco lejano y moribundo sus recuerdos, el impulso de regresar a su hogar se detienen, nunca ha estado tan solo, nunca tuvo conciencia de serlo tanto. Entonces huye, primero con pena después con desesperación.
Se ha marchado.

1 comentario: