17/7/09

Cristina García Rodero, mirada de diosa

Helen López Vásquez

Cristina García Rodero, Premio Nacional de Fotografía en España en 1996, estuvo durante diez años capturando los rituales mestizos oficiados en la montaña de Sorte del Estado Yaracuy en Venezuela. El resultado: “María Lionza. La diosa de los ojos de agua”, una exposición que comprende 120 gigantografías documentales del universo mágico y religioso tejido alrededor de este culto. Una muestra en la que por primera vez se revela la migración de García -primera española en pertenecer a la agencia Magnum- del blanco y negro de la película al color digital. Esta antología fue alojada en una de las principales salas de exposiciones de Madrid (Alcalá 31) como uno de los platos fuertes del evento Photo España 2008 y ahora espera por emprender un viaje que pudiera cruzar el globo.


Flores, fuego, frutas, altares, cuchillos, humo, baños en ríos y trances fueron algunas de las constantes en esta muestra que la artista (famosa por sus temáticas sobre la conexión entre el alma y el cuerpo) espera llevar a otros países y que de momento se puede apreciar gracias al catálogo publicado. “María Lionza. La diosa de los ojos de agua”, financiada gracias al Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid que obtuvo la fotógrafa en 2005, se suma a la decena de reconocimientos que ha acumulado esta profesional en más de treinta años de carrera. García contó por qué durante una década cada 12 de octubre, día del cumpleaños de la diosa, se hizo presente en Sorte: “No creo en espiritismo pero la diosa me ha secuestrado, supongo que por la fuerza que hay en ese lugar, eso explica por qué he vuelto tantas veces y por qué no doy este trabajo por terminado”. La noche de Sorte, explica, es una tarea pendiente, la artista sostiene que aún le falta ahondar en los rituales con fuego. “Me he quedado corta en la ceremonia en la que caminan por encima de las brasas: ‘el baile de la candela’, la noche es mágica allí, caminar por esa selva sólo con la luz de las velas…Las cosas más importantes ocurren de noche por eso tuve que cambiar mi cámara analógica y pasarme a digital”.


También cree que debe mejorar la iluminación en esta serie, especialmente, porque lo único que le han prohibido los devotos ha sido la utilización de flash. “He usado sólo iluminación real lo que le ha dado a las fotos un efecto pictórico y hace que parezcan que tienen vida, la próxima vez iré con velones grandes, es que los que invocan espíritus creen que un disparo del flash les puede dejar en el trance, es decir, que el espíritu se les quede adentro”.


Los trances ha sido lo que más le ha impresionado de las ceremonias oficiadas en la montaña:
“Su cara y su cuerpo se transforman, sus músculos se tensan, su lenguaje se modifica, pierden su propia identidad, es algo muy íntimo y lo consiguen sin consumir ninguna sustancia, apenas un poco de ron, supongo que el sonido de los tambores es clave, en esos momentos nadie lleva cámaras por lo que yo he sido la que los ha ayudado a documentarlos, el poder tener una fotografía suya les resulta maravilloso, muchos ni se imaginan cómo se transforman, por eso, siento que tengo un compromiso”.


A García le ha costado mantener distancia. Infructuosamente ha tratado de no conmoverse al punto de que este trabajo le ha supuesto problemas de salud: “Me debilito con cada viaje, sufro de stress, creo que por la emoción que conlleva, pero cómo no emocionarme al ver niños en trance, hombres que les sale chorros de sangre por la boca o al oír los gritos en la noche…”
También reconoce la sensualidad de esta propuesta pero también se atreve a destacar asuntos más allá del espiritismo: “me impresiona cómo está tan presente la generosidad del ser humando, esa necesidad de juntarse para solucionar sus angustias, sus enfermedades y especialmente, esa convicción de que María Lionza es la madre generosa que lo da todo”.



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